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Las Panama Jack llegaron justo a tiempo, antes de marcharnos a L’Escala. Aprovechando que la previsión del tiempo no acompañaba mucho para nuestra escapada a la Costa Brava las metí en la maleta por si acaso. Hice bien: el sábado llovió, hizo tramontana e hizo un frío poco decente para principios de abril. Tanto, que tuve que improvisar un gorro con un pañuelo de cuello. Sin embargo, mis pies estuvieron la mar de felices calzando las Panama Jack. Por eso, bien tapados y calzados, seguimos nuestro planning de pasear por la orilla de la playa de Empúries y disfrutar de un fin de semana de relax.
Siempre se ha dicho que las Panama Jack son las botas ideales para viajes y aventuras porque son fuertes, impermeables y sobre todo muy cómodas. Lo confirmo. El sábado quise comprobar qué tal van por todos los terrenos posibles en la Costa Brava: arena de la playa, hierba del campo, rocas, asfalto… Me faltó nieve, pero eso ya hubiera sido un tiempo demasiado loco.
El agua de la lluvia no traspasó para nada la bota. Las puntas quedaron de un color más subido de tono, pero eso se arregla fácil con un poco de grasa (que va incluída en el kit de las botas).
Por cierto, algo que me sorprendió muy gratamente en la tienda Panama Jack fue ver la cantidad de zapatos, botas e incluso «manoletinas» que tiene la marca. Se han reinventado con modelos realmente preciosos.
Por ahora, yo me quedo con mis nuevas botas clásicas Panama. Sin duda, me van a ir de fábula para nuestra vuelta al mundo particular, sobre todo para las excursiones por Nueva Zelanda y Australia.
Los pies son como la cabeza o las manos: cuando llueve y hace frío, si los llevas bien tapados y calentitos, no sufres tanto la temperatura. Si no vas bien calzado o no llevas guantes, todo el cuerpo se resiente. Y, personalmente, yo llevo muy mal el tema pasar frío. ¿Y vosotros?