La mañana empezó en el Port Olímpic, donde nos esperaban muy puntuales nuestros capitanes. Una vez dentro del Jaleo, pudimos cotillear las habitaciones y estancias. Aunque nosotros no íbamos a separarnos mucho de Barcelona, veleros como éste se pueden alquilar para ir hasta Sitges, Baleares o incluso dar un tour por el Mediterráneo. Era la primera vez que entraba en un velero de esta envergadura y quedé alucinada por la cantidad de espacio que hay en su interior, aunque tengo mis dudas de si me iría de viaje a bordo de un barco (yo necesito tocar tierra firme muy a menudo).
Ya una vez en marcha (con ayuda del motor, pues no soplaba mucho viento), estábamos listos para surcar las aguas barcelonesas ilusionados como niños con zapatos nuevos. Protección solar, gafas de sol y nuestra mejor sonrisa para despedirnos del Puerto Olímpico. El día era radiante y apenas había olas: ¡todo listo para ir a toda vela!
En las 4 horas que duró el tour, hubo tiempo para llevar el timón, jugar a adivinar los distintos edificios del skyline de Barcelona, bañarse en alta mar, tomar el sol e incluso de retomar fuerzas con un vermutillo -que viene incluído en la experiencia y consiste en unas olivas, patatas chips, cacahuetes, almedras saladas y refresco o cerveza. Quizás Arnau esperaba unas ostras y un vinito, pero yo soy más de vermuts sencillos. ¡Y qué bien sientan esas olivas y patatas tras un buen chapuzón!
Me pareció una excursión de lo más divertida y original para los que visiten Barcelona y quieran vivir una experiencia singular. Sin duda, una experiencia a añadir a mi planning para 5 días en Barcelona como un local.