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DÍA 9 – BALLENAS EN KAIKOURA
En Arthur’s Pass dormimos 11 horas seguidas. La dosis de descanso perfecta para volver a la carretera con energía suficiente para llegar a Kaikoura (en la costa este) de un tirón. El viaje por el parque natural de Arthur’s Pass hasta Springfield es bonito, pasa por un valle entre montañas (de nuevo, algunas curvas y puentes de un sólo sentido), pero lo cierto es que el tramo de la carretera 1 de Christchurch hasta Kaikoura es todavía más espectacular; un tramo escénico que merece mucho la pena (son unas 2,5 horas de camino). Montañas verdes que se tiñen de amarillo en primavera y, de nuevo, nuestras amigas, las ovejas (¿os he dicho ya que en Nueva Zelanda hay 35 millones de ovejas? Eso son 4 veces más ovejas que personas). Y, finalmente, el mar en Kaikoura. Un mar de un color azul que parece tropical – ¡y las montañas de Kaikoura de fondo! simplemente wow.
Fuimos a Kaikoura para una sola cosa: ver ballenas. Y fue un «veni, vidi, vici«. Llegamos a Kaikoura justos para el tour de ballenas de las 15:30h, subimos al barco (con biodramina, por supuesto) y vimos una ballena. A diez metros de nuestro barco, durante un par de minutos. El tiempo justo para verla respirar soltando agua por su nariz y meterse de nuevo en el océano con la cola como protagonista de la foto que todos esperábamos. ¡Bien!
Esa tarde, el mar estaba muy movido y el capitán del barco decidió que teníamos que regresar a la costa antes de tiempo. Las olas eran de dos metros, así que nos pareció una buena idea. Al fin y al cabo, ya habíamos cumplido nuestro deseo de ver al menos una ballena. Además, los organizadores decidieron darnos a todos el 80% de reembolso por haber tenido que regresar antes de tiempo – ¡Bravo por su servicio de atención al cliente!
Whale Watch Kaikoura es la empresa encargada de realizar los tours para ver ballenas en Kaikoura. Fue fundada por maorís y buena parte del equipo del tour es maorí. Ese fue nuestro primer contacto con esta curiosa cultura de Nueva Zelanda y lo cierto es que nos han entrado más ganas de descubrirla a fondo; en la Isla Norte esperamos tener nuevas oportunidades.
Ofrecen entre tres y cinco tours cada día, dependiendo del estado del mar. Las ballenas nadan libres por el océano pero el equipo de Whale Watch te garantiza que verás como mínimo una o dos ballenas en el tour – de no ser así, te devuelven el 80% del ticket (145 NZD, aprox 90 euros). Se puede reservar vía web y los cambios son gratuitos – por lo que si el día que vais hay mala mar y preferís esperar al siguiente, podéis hacerlo sin coste.
El pueblo de Kaikoura tiene una fosa de agua a pocos metros de la costa. En tan solo 20 minutos en barco nos encontramos en pleno océano, a mar abierto, con mil metros de agua por debajo. Por eso, Kaikoura es uno de los mejores sitios del mundo para ver ballenas, delfines, focas u otros animales acuáticos curiosos.
La excursión se realiza en alta mar así que tanto si sois de los que os mareáis con facilidad como si no, es bastante recomendable tomar pastillas contra el mareo.
Por la mañana, el mar suele estar más calmado (aunque no es una garantía); quizás sea una buena opción elegir un tour de mañana si tenéis disponibilidad.
Es una excursión que merece mucho la pena. ¡Que no os asusten las olas! El equipo de Whale Watch está pendiente durante todo el tour para ayudarte si estáis mareados o necesitáis algún tipo de ayuda. Y lo cierto es que la emoción por ver ballenas cura cualquier mareo.
Tras el «bailoteo» en el barco, nos sentó de maravilla tumbarnos en la playa de Kaikoura, con unas vistas espectaculares. Luego, recargamos pilas con una de las mejores pizzas que hemos probado en este gran viaje (The Black Rabbit, 17 Beach Road) y al atardecer volvimos a nuestro B&B Nikau Lodge, uno de esos lugares en los que te plantearías quedarte a vivir para siempre.
B&B Nikau Lodge (53 Deal Street, Kaikoura – Reservar) es un Boutique Bed and Breakfast en el que además de una buena cama y un exquisito desayuno de cuchillo y tenedor, la experiencia es totalmente de lujo y diseño (190$ la noche – 110 €). Todo está cuidado hasta el más pequeño detalle. Saludad a Jane y Quentin cuando paséis por allí – les encanta recibir huéspedes internacionales.
Si os entra hambre de camino a Kaikoura, existe un café absolutamente precioso y bien de precio: Main Line Station Café en la población de Cheviot (en la misma carretera, veréis que está bien señalizado). Merece la pena incluso que vayáis con hambre para poder parar a comer! Una crêpe con carne, pasta bolognesa casera, cafés y postres nos costó 28 NZD (17 eur). Y todo exquisito. Una parada perfecta para descansar media hora de tanta carretera.
Día 10 y 11 – Christchurch
Al día siguiente, tras un buen desayuno en el B&B y una mañana de relax en la playa decidimos poner rumbo a Christchurch, nuestra última parada antes de volar hacia Auckland, en la isla norte.
En Christchurch estuvimos dos días, pero lo cierto es que no visitamos mucho. Nuestro cansancio empezaba a ser extemo y nuestros ordenadores nos pedían a gritos que hiciéramos algo de trabajo. Así que reservamos un aparthotel céntrico con cocina y wifi para trabajar y aprovechamos el final de etapa en la isla sur para poder poner las cosas en orden.
Quizás lo recordaréis – al menos yo lo tenía muy presente: hace un par de años, en febrero 2011, hubo un terremoto sumamente devastador en Christchurch. Es una zona con alta actividad sísmica pero el de 2011 afectó seriamente el centro de la ciudad hasta dejarla prácticamente en ruinas.
En Noviembre de 2013 todo el centro sigue devastado. Paseamos por Christchurch con una sensación de impotencia y tristeza al ver el rastro del terremoto por todo el centro histórico, dejando al descubierto una «ciudad a medias». La catedral sigue en ruinas, muchos hoteles y edificios de la plaza principal fueron derruidos y otros se mantuvieron en pie pero han tenido que cerrar por falta de seguridad. A la zona central de Christchurch («la llamada zona roja») le faltan unos años para reconstruirse y volver a ser la que era. Mientras, algunos barrios periféricos han aprovechado este desastre para resurgir. Christchurch vive más en los otros barrios de la ciudad, en los Hills (no os perdáis la Gondola – nosotros nos la perdimos por no tener en cuenta los horarios de cierre) y las múltiples actividades deportivas y lúdicas que hay organizadas.
Si queréis alojaros en el centro, informaros bien del estado del edificio. Algunos edificios y hoteles del centro están en obras o cerrados por falta de seguridad debido al terremoto. El Novotel, el Ibis y el aparthotel City Central, donde estuvimos nosotros, son los tres nuevos y están muy cerca de la Plaza de La Catedral (el antiguo centro de Christchurch). En los tres es muy fácil aparcar.
No os perdáis los Jardines Botánicos. Absolutamente preciosos.
Al día siguiente subimos a un avión y en una hora nos plantamos en Auckland, en la isla norte, donde estaremos 3 semanas más. Eso sí, ya no de road trip, sino más tranquilos en un intercambio de casa. Tras 15 días en movimiento (4 en Sydney + 11 en Isla Sur) con la maleta a cuestas nos apetece más que nunca un poco de estabilidad viajera.