Este último año ha sido estratosférico. He (hemos) podido vivir en un sueño estando en permanente viaje. Pero tanto subir y bajar del avión me ha trastornado. Necesito vacaciones de viajar.
Recién casados, los 29 empezaron como no podía ser de otra forma estando de viaje: Sicilia. Un mes más tarde, iniciábamos nuestra vuelta al mundo con un primer mes espectacular en Nueva York. Tras coger el vuelo más largo de nuestra vida y superar un jet lag intratable, exploramos Australia y se nos subió la felicidad a la cabeza. Con una sonrisa de oreja a oreja nos fuimos a Nueva Zelanda, donde soñamos quedarnos para siempre rodeados de Hobbits y delfines. A pesar de la gran decepción que nos generó la temporada baja en Tailandia, esas últimas semanas de vuelta al mundo las disfrutamos imaginando que éramos millonarios con una piscina privada con vistas a la playa.
Volvimos a casa por Navidad, como el turrón, y a mediados de febrero ya volvía a estar subida a un avión: mi segunda vez en Amsterdam para visitar a Mar y disfrutar de la alegría de poder viajar mientras tele-trabajaba. Ya no era un sueño sino que podía continuar haciéndolo donde quisiera. ¡Qué gusto! Le siguió un viaje de chicas a Roma y varias escapadas: Pirineo Aragonés para visitar a Pedro y a Laura con su proyecto EYNA , a los Alpes Franceses con una fiesta sorpresa incluida y a Madrid en Semana Santa para saludar a la familia.
En estos meses, también ha habido tiempo para escapadas de fin de semana más cercanas: al Montseny, a Girona, La Vall del Llémena, a Cadaqués y a Begur. La mayoría de las veces he viajado por placer (o por el placer de escribir un blog) pero en mayo también me tocó irme a París por trabajo y a Manresa para recoger un premio.
¡Mayo es para muchos el inicio de temporada de escapadas de primavera y no iba a ser menos en mi caso! Metí a mis padres en la maleta y nos fuimos a 3 días a Estocolmo. Nos faltó el cuarto miembro para ser un cuarteto ABBA total, pero esto de viajar les gustó tanto que en junio nos fuimos todos juntos de ruta familiar por la Toscana.
Quebec ha sido el último viaje (de nuevo por trabajo), antes de cumplir los 30. Diez estupendos días que han sido como un auténtico campamento de verano (mezclados con reuniones «serias» por las mañanas). En resumen, 20 viajes-escapadas en 12 meses. 4 continentes pisados varias veces. 6 capitales europeas en medio año. No está nada mal, pero necesito vacaciones.
Mi agenda viajera continúa y, aunque intento no apuntarme a todas las aventuras, lo cierto es que la agenda vuelve a llenarse poco a poco. ¡Pánico! La semana que viene nos escapamos a Les Garrigues y en tres semanas nos vamos a un crucero fluvial por el Danubio (con Politours). Será nuestro primer crucero y nuestra primera vez en muchas de las ciudades por las que pasaremos (Viena, Budapest, Bratislava y Praga). Me apetece porque será precisamente algo distinto a lo que estoy acostumbrada: un viaje totalmente organizado, sin demasiadas preocupaciones más que saber qué habrá para comer al día siguiente.
Estoy lista para los treinta. Que tiemble el mundo.