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Por qué elegimos trabajar desde casa

foto de Steven Zwerink
Hace ya 4 años que elegí trabajar desde casa. Ya era autónoma en ese momento (por una experiencia previa trabajando en una startup) y el salto no fue demasiado grande. Más que dar un salto fue conseguir un sueño. Al principio no fue fácil: la lavadora, el sol por la ventana o el sofá no dejaban que fuera constante. En pocos días (o quizás fueron semanas) aquella forma de trabajar ya era mía.

Encontré trabajo en una empresa en la que todos los empleados trabajan a distancia, de forma remota y se comunican por skype, emails y todo tipo de herramientas online.

Han pasado cuatro años y ya no parezco tan weirdo cuando digo a la gente «que trabajo desde casa». Sus miradas extrañadas han pasado a ser anhelos de esperanza.

Si tú también quieres dar el salto y trabajar desde casa, aquí van algunos consejos que pueden animarte a seguir este camino.

Lo primero: encontrar una fuente de ingresos.

Y digo fuente de ingresos porque no tiene por qué ser el típico empleo. Lo más fácil (y estable) es que seas empleado fijo de una empresa que permita que trabajes a distancia (¡sí, existen! Todo es cuestión de negociarlo).

Pero si no encuentras nada parecido, una buena opción es que te hagas autónomo de una profesión liberal y busques tú a los clientes. Prepárate para convertirte en chico/a para todo (incluso para reclamar facturas impagadas) pero si lo consigues será una gran satisfacción personal.

Como tercera opción, puedes crear un producto e intentar venderlo al máximo por internet. Por ejemplo: escribir un e-book, crear una plantilla de diseño de wordpress, programar un plug-in de pago, vender diseños por Etsy, montar tu tienda online o incluso abrir tu propio blog y monetizarlo.

A tu ritmo. Flexibilidad de horarios.

Lo mejor de trabajar a distancia es poder ir a tu ritmo de vida. Tu trabajo se adapta a tu vida personal y no al revés como es habitual en estos tiempos. Ser dueño de tu tiempo es para mí algo mucho más valioso que tener mucho dinero. Ya no sólo hablo de poder dormir hasta tarde y empezar la primera reunión en pijama y tomando el desayuno delante del ordenador, sino que podrás ir a recoger a los niños a la guardería o cocinar tranquilamente en casa viendo tu serie favorita.

Eso sí, desaparecen los límites de la vida laboral-personal.

Aunque cierres la puerta de tu despacho en casa o que apagues la sincronización de emails en el móvil el viernes por la tarde, seguirás «conectado» a tu trabajo. De la misma forma que cuando estás trabajando de repente te acuerdas que tienes que poner una lavadora. A pesar de que este punto es para muchos algo «negativo» para mí es simplemente una característica más con la que hay que convivir cuando trabajas desde casa.

Más productivos.

Sí, a pesar de que muchos crean que los que trabajamos desde casa no hacemos nada, lo cierto es que yo opino que somos más productivos. Aunque es MUY importante seguir conectado a un equipo y hablar a diario con tus compañeros de trabajo (aunque sea por Skype), trabajar solo desde tu casa te ofrece la capacidad de trabajar en silencio, en tu burbuja y concentrarte más fácilmente.

Sin interrupciones ni teléfonos sonando de fondo se trabaja muy bien y se es más productivo. Luego ya es cosa del equipo directivo, conseguir una buena dinámica de entregas, proyectos y reuniones para ir evaluando el trabajo hecho.

Y cuando no tengas un día inspirado no hace falta que sigas calentando la silla hasta las 18h00; es tan fácil como apartarte del ordenador, salir a tomar el aire y esperar a que vuelva la inspiración (y luego quedarte hasta un pelín más tarde trabajando o hacer más horas al día siguiente para compensar).

Videoconferencia por Skype con compañeras de Andalucía

Más viajes y por más tiempo.

Este es uno de los puntos que me gusta más (está claro) y el que realmente me empujó al tele-trabajo. En primavera 2012 soñaba con dar la vuelta al mundo durante unos meses y tele-trabajar mientras tanto. Al conseguir ese verano un trabajo a distancia, me acerqué más a mi sueño y un año más tarde nos íbamos de viaje durante cuatro meses, viviendo y trabajando desde cuatro destinos del mundo. Si podíamos tele-trabajar desde nuestro piso en Barcelona, también podríamos hacerlo desde cualquier otro hogar en el mundo. Y aquí es donde el intercambio de casas tomó un rol muy importante.

Hoy en día hay un movimiento de «Digital Nomads» (Nómadas Digitales) que son precisamente profesionales liberales que tele-trabajan como freelancers y pueden hacerlo desde cualquier lugar del mundo; por lo que viajan mucho más y por más tiempo. Conozco a varios traductores que pasan temporadas de varias semanas (incluso meses) en un destino. Y todos ellos hacen intercambios de casa para poder permitirse lo de vivir en un destino sin pagar por el alojamiento.

Tele-trabajando desde Sydney

Concialiación está en tu diccionario.

Actualmente la palabra conciliación está a la orden del día. Parece que nuestra generación no se conformará (y no debería) con trabajar mil horas sin disfrutar de los hijos. Si trabajas en casa, la conciliación se convierte en algo más tangible y posible.

Nosotros trabajamos los dos desde casa. Por la mañana llevamos a nuestra hija a la guardería de 9 a 15h. Por la tarde, pasamos el máximo de tiempo posible con ella (en casa, alternando reuniones y juegos; o fuera paseando o yendo a los columpios).

Es una enorme satisfacción verla crecer y ver cómo va consiguiendo pequeños logros cada día (incluso antes que lo vean sus maestras de guardería). Los días son largos y cansados pero la recompensa de pasar tiempo juntos es inmensa.

A qué nos dedicamos nosotros.

Yo trabajo unas 25h por semana, desde casa. Combino mi trabajo en el departamento de contenidos de una empresa americana, con trabajos de redacción de contenidos freelance y con la publicación de contenidos de este blog personal de viajes (que he conseguido monetizar). Y Arnau ha conseguido ahora un trabajo a distancia de 30h / semana como programador en una startup de Barcelona.

Un mundo mejor es posible… Una reducción laboral para conseguir un aumento de calidad de vida.


Foto de portada: Steven Zwerink

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