Acabo de oir en las noticias que por fin regularán todo el tema de las estatuas humanas de las Ramblas de Barcelona. No sé si habéis pasado por allí últimamente pero la cosa empezaba a causarme (al menos a mí, como barcelonsesa) vergüenza ajena. Las aplaudidas y estáticas estatuas humanas de hace años -esas que de verdad parecían estatuas de piedra o bronce, que sólo se movían cuando alguien les lanzaba una moneda- han ido mutando a un tipo extraño y pachanguero: Bart Simpsons que parecen disfraces de Halloween, Aliens que asustan a los turistas, «árboles» que lo intentan pero que se mueven más que un molinillo de viento en l’Empordà… En fin, un gran patrimonio cultural que «ayuda» a crear una visión de Barcelona de lo más «auténtico y único».
Me alegro, pues, que por fin pongan orden al «negocio» de las estatuas. Sobre todo, para que los artistas que quieran hacerlo bien tengan la oportunidad de reconstruir la imagen de las Ramblas y puedan ganarse una reputación.
Según he escuchado en las noticias, a partir de ahora, las estatuas humanas deberán obtener una licencia del Ayuntamiento y tendrán su plaza asegurada. Habrá 15 estatuas por la mañana y otras 15 por la tarde. El ayuntamiento decidirá -en función del vestuario, calidad, curriculum del artista…y algún enchufe, supongo- quiénes obtienen la licencia. Habrá que ver la elección del jurado, pero hay que reconocer que con el tema de los músicos en el metro, lo han hecho bastante bien.
En Barcelona, se empeñan en hacer de las Ramblas, una calle maravillosa y patrimonio de la Humanidad. Como barcelonesa, hace años que no paseo por allí por voluntad propia; hace tiempo que nos las «quitaron». No es la calle de los barceloneses; es la de los guiris cerveceros que quieren beber jarras de cerveza, hacerse fotos con las estatutas humanas y comprar retratos. Por desgracia, ya sólo paso por las Ramblas por tres motivos: 1) porque cruzo del Gótico al Raval o viceversa; 2) porque estoy de paso por el Gótico, paseando con amigos de fuera que quieren visitar lo más importante de la ciudad; y 3) para ir a mi antigua (y ya inexistente) Universidad.
Primero fueron las tiendas de animales; ahora las estatuas. Supongo que luego vendrán los pintores y quizás las floristerías – aunque no veo qué puede haber de malo en las flores… Me pregunto si tras tanto «rebombori» las Ramblas volverán a ser algún día la calle de Barcelona.
Rosie, els teus últims paràgrafs representen exactament el meu sentiment envers les Rambles. Ja no m’agraden… I recordo quan era petita i els meus pares ens vestien de diumenge i ens portaven a passejar per les Rambles i nosaltres miravem embadalides les parades amb els ocells i les tortugues…
A la nit, a més, són insuportables. Jo, com tu, només les creuo per anar d’una banda a l’altra (o amb algun amic guiri que les vol veure)…
cert, ara que hi penso fa molt que no vaig a passejar per les rambles…
aiiiii i quan anavem a mirar els pollets i altres bestioletes… quins records!!